Fernando Arrabal y Bartolomeu Campos de Queirósescrituras singulares del yo

  1. MALHEIROS MUNHOZ, CLÁUDIA
Dirigida por:
  1. Barbara Fraticelli Director/a

Universidad de defensa: Universidad Complutense de Madrid

Fecha de defensa: 19 de junio de 2017

Tribunal:
  1. José Manuel Lucía Megías Presidente/a
  2. María Colom Jiménez Secretario/a
  3. Eloy Navarro Domínguez Vocal
  4. Rocío Peñalta Catalán Vocal
  5. Filipa Maria Valido-Viegas de Paula Soares Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

La presente investigación propone una comparación entre la producción autobiográfica del autor español Fernando Arrabal y del brasileño Bartolomeu Campos de Queirós, a través del análisis de los espacios literarios y de las voces narrativas presentes en sus obras. Para los propósitos de este análisis se han considerado como complementarias las esferas interna y externa del discurso autobiográfico. En el caso de Arrabal, las obras estudiadas son Baal Babilonia, Carta al general Franco, Ceremonia por un teniente abandonado y Carta de amor (como un suplicio chino); en el caso de Queirós: Ciganos, Indez, Por parte de pai, Ler, escrever e fazer conta de cabeça, O olho de vidro do meu avô y Vermelho amargo. Debido a las relaciones intertextuales establecidas entre tales obras, su lectura en conjunto aporta nuevas posibilidades de interpretación, en contraste con la experiencia individual que proporciona la lectura de cada una de ellas. Ambos autores sufren una gran ausencia en sus vidas: Arrabal pierde a su padre a los cuatro años de edad, creyendo por muchos años que él estaba muerto, y Queirós pierde a su madre a los seis años, como resultado de un cáncer. La ausencia que tienen en común en sus vidas marca sus obras profundamente, llegando a ser un tema obsesivamente repetido en ellas, lo que permite trazar un primer paralelismo entre los dos. Curiosamente, los autores comparten otras semejanzas en sus trayectorias personales: debido a la orfandad, ambos tienen que vivir durante algunos años con sus abuelos durante la niñez; los dos llegan a considerar la posibilidad de consagrar sus vidas a la religión, y ambos pasan un período en el exilio en París, debido a la dictadura militar instaurada en sus países de origen. Además, los autores comparten otras características textuales, como la repetición de elementos narrativos y temas recurrentes en sus obras. Ambos respetan la lógica de una memoria subjetiva, repleta de digresiones y asociaciones particulares. Los acontecimientos de sus narraciones no se conectan, por lo tanto, por una lógica causal ni se presentan de forma cronológica, sino que se entrelazan por asociaciones producidas por el propio lenguaje. Los autores comparten, además, la habilidad de jugar con las voces narrativas del texto para alcanzar distintos efectos. Queirós combina la perspectiva del Yo-adulto con la del Yo-infantil para resaltar, simultáneamente, las consideraciones de aquel que recuerda con la percepción del Yo que vive el recuerdo. La ambigüedad producida por tal elección resalta la imposibilidad del individuo de verse como ser unitario, evidencia la escisión entre el Yo-infantil y el Yo-adulto, aunque el narrador busque recuperar la identificación entre ambos a través de la rememoración. El Yo del recuerdo se convierte en Otro para el Yo que recuerda. Arrabal igualmente combina distintas perspectivas a través de un juego de voces narrativas, especialmente en Ceremonia por un teniente abandonado. En un frenético juego entre narrador y narratario el autor establece desde la primera obra de su ciclo autobiográfico, Baal Babilonia, hasta la última, Carta de amor (como un suplicio chino), un trastornado diálogo con su madre, que es el tú de la primera obra y el yo de la última, en la cual el propio autor se convierte en narratario. Arrabal y Queirós producen, así, obras singulares dentro del género. Queirós parte de los elementos cotidianos, que engendran su impulso lírico, para producir textos autobiográficos que destacan por su carácter poético. Arrabal tiene una prosa más fría, menos sentimental, pero ambos despiertan gran empatía en el lector, que, como afirma Lejeune, se lee a sí mismo también en sus obras.