El modelo norteamericano de educación superior de los Community Colleges

  1. Varona Alabern, Mercedes
Dirigida por:
  1. María Jesús Martínez Usarralde Director/a
  2. Luis Miguel Lázaro Lorente Director/a

Universidad de defensa: Universitat de València

Fecha de defensa: 10 de abril de 2014

Tribunal:
  1. Juan Carlos González Faraco Presidente
  2. Mónica Torres Sánchez Secretario/a
  3. Luis María Naya Garmendia Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 363270 DIALNET lock_openTESEO editor

Resumen

El sistema norteamericano de educación superior es mundialmente conocido, liderado por ilustres universidades, como Harvard o Yale. No obstante, existe una extensa red de instituciones de menor duración, denominadas community colleges, que son las grandes desconocidas fuera de sus fronteras, pese a haber formado a millones de norteamericanos desde su creación en 1901. Son instituciones “made in the USA”, donde cualquier ciudadano puede acceder a los programas oficiales de educación superior o puede cursar materias sueltas de educación universitaria, de formación profesional o de formación continua, sin la necesidad de perseguir titulación alguna, en función de sus intereses profesionales o personales. Esta enorme accesibilidad a la educación superior y continua ha dado importantes ventajas socioeconómicas a EEUU durante todo el siglo XX, contrastando con la mayor rigidez de los sistemas educativos europeos. Por este motivo, son varios los países que han puesto sus ojos en ellas. En la actualidad, los community colleges forman al 34% del alumnado oficial de educación superior norteamericano, al 48% de los estudiantes en instituciones públicas de educación superior y al 52% del alumnado de grado o inferior de esas mismas entidades, mientras que el 39% de los jóvenes que finalizan exitosamente los estudios de high school (bachillerato o similar) eligen los community colleges para continuar formándose. El sistema educativo norteamericano está totalmente descentralizado. Los estados, conjuntamente con las administraciones locales, son los responsables del mismo, amparado todo ello por la X Enmienda a la Constitución norteamericana. La influencia de los gobiernos federales ha ido marcada por las modestas aportaciones que éstos han dedicado a la educación. Al finalizar la II Guerra Mundial, los fondos federales aumentaron sustancialmente para integrar a los veteranos en la sociedad civil, retrocediendo una vez alcanzado dicho objetivo. La llegada del siglo XXI ha estado marcada por una mayor implicación federal, debido a los precarios resultados académicos de las últimas décadas, con aportaciones económicas truncadas por la presente crisis económica. La descentralización que fue factor impulsor de la formación de la población norteamericana durante el siglo XIX y principios del siglo XX, se ha convertido con el paso del tiempo en un obstáculo para la equidad. En este contexto desigual, los community colleges han jugado un importantísimo papel al acercar la formación superior y continua a la población norteamericana. El presidente Obama, necesitado de rápidas alzas formativas, se ha apoyado en estas instituciones de 2 años para conseguir incrementar en 5 millones los titulados de educación superior necesarios para devolver a EEUU el liderazgo internacional en nivel académico de su población adulta. Los orígenes de los community colleges los encontramos en los rectores de las universidades norteamericanas de finales del siglo XIX, quienes visionaron un sistema de educación superior compuesto por 2 tipos de instituciones, los junior colleges (que terminarían llamándose community colleges), encargados de impartir el primer ciclo universitario a los adolescentes con titulación de high school, y por las universidades propiamente dichas, formadoras de un alumnado más maduro y dirigidas a la investigación y la especialización a través de la impartición del segundo ciclo universitario. La propuesta de los rectores universitarios fue revolucionaria, al visionar al ocaso el siglo XIX un sistema de educación superior de primer ciclo universal y gratuito, cuando sólo el 2% de los jóvenes cursaba educación superior, el 10%, educación secundaria y el mercado laboral no demandaba ni una, ni otra. Los motivos principales para la materialización de los community colleges fueron su cercanía y su asequibilidad. No obstante, su éxito no hubiera sido posible sin otros factores, como la descentralización de la educación, que liberó de innecesaria burocracia y aceleró su creación; los superintendentes y directores de institutos de secundaria apoyaron asimismo su desarrollo para poder acceder a puestos laborales de educación superior en dichas instituciones, abandonado la docencia de educación secundaria. Las autoridades locales pronto se adhirieron a ellas, al ser imanes de negocios para la zona. Los gobernadores (o presidentes) de los estados se opusieron en un principio por la competencia que estas instituciones realizaban a sus universidades estatales, pero pronto se sumaron a la lista de adeptos, por la capacidad que poseen los community colleges de generar riqueza para el estado. Otro factor que facilitó su desarrollo fue el High School Movement o educación secundaria universal y gratuita, que incrementó considerablemente el número de jóvenes con la titulación necesaria para continuar sus estudios superiores. El excedente de dicho colectivo fue redirigido hacia los community colleges y en concreto hacia la formación profesional para la potente industria manufacturera norteamericana, necesitada de alumnos con dicha preparación. El mundo empresarial también se sumó a la defensa de dichas instituciones, por encargarse éstas de la formación de sus trabajadores a costes bajos, al estar sus programas educativos fuertemente subvencionados. Por último, no todas las universidades aplaudieron la creación de estas instituciones, algunas se opusieron por la competencia que ellas les hacían. Los community colleges poseen 2 tipos de alumnado: oficiales (que persiguen una titulación de educación superior) y no oficiales (estimados estos últimos en el 47% del total de estudiantes en dichas instituciones). La mayoría de sus alumnos estudian a tiempo parcial (59%), combinando su formación con una jornada laboral (el 68%), por consiguiente, la edad media es más elevada, situándose en torno a los 28 años, albergando a un número superior de alumnos mayores de 35 años y menores de 20 años (debido a los programas conjuntos entre los institutos de high school y los community colleges para cursar simultáneamente educación secundaria y superior). La composición de su alumnado es de lo más variopinta, ya que casi la mitad de los estudiantes (oficial y no oficial) posee estudios superiores (un 14,4%, con titulaciones de 2 años de duración o superior) y entre un 8% y un 12% de los estudiantes en cursos oficiales posee grado o posgrado, mientras que los alumnos con estudios de secundaria alcanzan al 40% del total. Los community colleges ofrecen los siguientes programas: • Primer ciclo universitario. • Formación profesional. • Educación continua y para adultos. • Remedial (Refuerzo o compensatoria) para aquellos alumnos que no poseen la preparación necesaria para comenzar la educación superior y están necesitados de clases de refuerzo para alcanzar los niveles exigidos. Un tercio de los alumnos oficiales, según Cohen y Brawer (2003), se encuentra cursando programas de 1º ciclo universitario, otro tercio aproximadamente, programas de formación profesional, un 21% estudia en estas instituciones por motivos laborales y un 12%, por interés personal. Los programas académicos de los community colleges van dirigidos a la continuación del segundo ciclo en una universidad, generalmente estatal, situándose este porcentaje entre un 20% y un 30% del alumnado oficial. Las dificultades a que se enfrentan los alumnos de estos programas se derivan de la carencia en demasiados situaciones de acuerdos de convalidación de programas o de materias entre las instituciones de 2 años y las de 4 años. Por este motivo, la transición de los alumnos de los community colleges a las universidades no es, en todos los casos, lo ágil y efectiva que debiera, dificultando la obtención de una titulación de grado o licenciatura por dicho alumnado. Los expertos urgen eliminar cualquier obstáculo, facilitando el flujo de estudiantes de una institución a otra y creando programas de primer ciclo universitario consensuados y convalidados íntegramente por las universidades, tanto en materias generales, como de especialización. Asimismo, solicitan una mejor coordinación entre las etapas obligatorias y los community colleges, así como elevar los niveles académicos de primaria y secundaria, haciendo especial hincapié a la educación infantil de calidad con la finalidad de incrementar visiblemente la tasa de alumnos que continúan estudiando. Al comienzo del siglo XXI, las autoridades norteamericanas sustituyeron el vocablo “vocational” para definir la formación profesional, por “career and technical” con la finalidad de delimitar los estudios, materias o programas dirigidos hacia una profesión concreta (por ejemplo, la carrera de medicina que prepara a los alumnos para ser médicos; magisterio, para ser maestros, etc.), de los programas académicos, cuyos contenidos son más generales, teóricos y trasversales. Consecuentemente, el concepto de formación profesional norteamericano es bastante más amplio que el utilizado en nuestro país, abarcando incluso carreras universitarias. Las titulaciones ofrecidas por los community colleges tienen una duración inferior a 4 años, concentrándose la mayoría en titulaciones de 2 años de duración o inferior. Llama profundamente la atención que la población norteamericana continúe formándose a lo largo de toda su vida. Esto lo podemos observar en múltiples estadísticas presentadas en esta investigación, como por ejemplo al realizar un seguimiento a un determinado segmento de la población durante el siglo XX, observamos como su formación académica va creciendo gracias a los community colleges y a las universidades. De hecho, la contribución de las instituciones de 2 años a la sociedad es innegable, ya que Cohen y Brawer estiman que entre el 30% y el 60% de todos los individuos con grado o licenciatura han cursado parte de su formación en dichas instituciones. El eslogan del Estado de Texas: “Enseñaremos a quien sea, donde sea, todo lo que sea, cuando sea, mientras haya suficientes personas en el programa para justificar su oferta” resume muy elocuentemente la filosofía de los community colleges y explica su gran flexibilidad y su éxito en contribuir a la formación de la población norteamericana. Los casi 1.200 community colleges, conjuntamente con sus sedes repartidas por todo el territorio nacional (incluidas las bases militares y los centros penitenciarios), se encuentran al alcancen del 90%-95% de la población norteamericana. A esta cercanía, debemos añadir sus reducidas tarifas académicas, su adaptabilidad a la evolución de la economía y de la sociedad, su flexibilidad y sus agresivas campañas publicitarias para atraer a la población adulta hacia ellas. Consecuentemente, los community colleges han jugado un importantísimo papel en la formación de la población norteamericana durante todo el siglo XX, permitiendo que ésta continúe formándose durante toda su vida y colocando a EEUU en la cima del mundo durante más de un siglo. Todo esto pone de manifiesto que las instituciones de 2 años han atendido tradicionalmente al ciudadano medio. Los community colleges ofrecen bajo un mismo techo toda la formación superior de corta duración y la formación continua para incorporarse al mercado laboral o para continuar el segundo ciclo universitario, evitando peregrinaciones innecesarias y permitiendo cambiar de programa, contrastando con países como el nuestro, donde la dispersión y multitud de academias, de ofertas, de niveles, etc. pueden confundir, entorpecer y disuadir la formación superior y continua del ciudadano. Los niveles académicos de la población española son precarios. Tan sólo el 51,3% de ella posee bachillerato o similar (frente al 88,6% en EEUU), mejorando hasta el 64,1%, para la población con edades comprendidas entre 25-34 años (frente al 88,3%, en EEUU) y el 29,7% posee educación superior (frente al 41,2%, en EEUU). Del mismo modo, según un estudio realizado en el año 2000, los empresarios españoles, quienes deberían promover la innovación y creatividad, la tecnología, la formación de los trabajadores y ser motor de la economía, sufren niveles académicos, incluso inferiores a la media nacional (11% poseía educación superior, frente al 19% de la población total), contribuyendo todo ello a la ralentización de la recuperación económica de nuestro país. Consecuentemente, la creación de instituciones de educación superior y continua similares a los community colleges norteamericanos, dependientes del sistema universitario, en forma de sedes universitarias, que ofrezcan todos los programas de educación superior y continua bajo un mismo techo, que trabajen estrechamente con el sector empresarial, que fomenten y acerquen la educación superior y continua y rescaten a los individuos que engrosan el fracaso escolar, daría a España una gran ventaja educativa, económica y social. La inversión pública en los community colleges estatales norteamericanos ascendió a $39.242 millones ($9.130/alumno) durante el curso académico 2009-10, para 7,7 millones de alumnos oficiales matriculados en otoño (16,3 millones de estudiantes oficiales y no oficiales anuales), una cantidad elevada, aun teniendo en cuenta que EEUU alberga a 308 millones de habitantes. No obstante, los fondos públicos son canalizados hacia un sistema de educación superior unificado, oficial, efectivo, flexible, atrayente y controlado, en claro contraste con el sistema español de educación continua, donde la ésta se imparte en múltiples entidades privadas subvencionadas con fondos públicos, con escaso control y eficacia. Si cuantificáramos las cuantías que todas las administraciones públicas dedican a la formación continua en España, el coste de la importación del modelo de los community colleges a nuestro país posiblemente resultara mucho más atractivo.