Salud laboralConceptos y técnicas para la prevención de riesgos laborales

  1. Benavides, Fernando G. coord.
  2. Ruiz-Frutos, Carlos coord.
  3. García, Ana M. coord.

Editorial: Masson

ISBN: 84-458-0504-5 978-84-458-1002-6 84-458-1002-2

Año de publicación: 1997

Tipo: Libro

Resumen

Los objetivos fundamentales del estudio y de la práctica de la Salud Laboral son tres: la conservación del bienestar físico, social y mental en relación con las condiciones de trabajo; el control de estas condiciones a fin de garantizar una seguridad total en el trabajo, y la compatibilidad del ambiente laboral con las capacidades de cada trabajador. Es decir, el objetivo principal es el respeto a la biodiversidad en la adaptación del trabajo al hombre y de cada hombre a su trabajo. Acercarse a estos objetivos supone el desarrollo de una organización y de una cultura del trabajo impensables hasta hace pocas décadas. Cultura del trabajo significa estrategia en el sistema de gestión, formación e información, participación y control de calidad. Pero, sobre todo, es necesario que la cultura pertenezca a todas las partes involucradas: trabajadores, sindicatos, empresarios y administración, así como universidades. Esto requiere una legislación como la que está desarrollando, demasiado lentamente según algunos, la Unión Europea, así como un sistema de control que garantice su aplicación. Estas pocas y genéricas palabras esconden la complejidad del mensaje que contiene este libro. Un mensaje heterogéneo de por sí, y aún más en un texto en castellano, dirigido a públicos distintos que viven en países distintos, con diferentes niveles de organización social. Además, siempre es muy artificial la distinción escolástica entre los efectos sobre la salud de las condiciones de trabajo y los que se deben a las condiciones de vida. Es suficiente pensar en el impacto de los medios de producción sobre las relaciones sociales y en la mal)era en que se desarrolla el hábitat en torno a los lugares donde la gente trabaja. Los problemas ambientales críticos de la sociedad moderna, como el transporte, la eliminación de los residuos o el ruido, están íntimamente ligados con el desarrollo y la organización de las actividades productivas. Por otro lado, si tiene poco sentido separar la Salud Laboral de la Salud Ambiental, aún menos debe separarse de la Salud Pública, en un período en que, en España y en otros países, se está empezando a percibir lo profundo que es el impacto de la pobreza (un concepto cuya definición operativa es difícil) sobre la salud, y lo estrecha que es la interacción entre pobreza y condiciones de trabajo. En De morbis artificum diatriba, Bernardino Ramazzini sugería que, a las sistemáticas preguntas al enfermo recomendadas por Hipócrates en su obra Aires, aguas y lugares, se añadiera una sobre su trabajo. Cuando Ramazzini explica cómo esta práctica lleva a reconocer riesgos comunes a personas que realizan el mismo trabajo, introduce, aliado de la terapia del trabajador individual, el campo mucho más amplio de la prevención colectiva. La enseñanza de Ramazzini sigue siendo más que valida, aunque quizá tres siglos más tarde valdría la pena también considerar sistemáticamente (en medicina y epidemiología) el papel que desempeñan las condiciones socioeconómicas como determinantes de la salud. En realidad, algunos de los próceres del enfoque moderno de la Salud Pública, como Percival Pott cuando estudió el cáncer de escroto en los deshollinadores de chimeneas o John Snow cuando demostró la asociación entre el cólera y el suministro de agua, ya habían matizado cómo los deshollinadores con cáncer y los londinenses que enfermaban de cólera también pertenecían a las clases sociales menos privilegiadas, lo que no era casual. El ámbito de los estudios sobre Salud Laboral se ha enfrentado con nuevos temas. En la actualidad, un problema relevante es el del desempleo, que, de por sí, es un factor de riesgo relacionado con la mortalidad y con numerosas enfermedades. Posiblemente, en los próximos años, la precariedad de los contratos laborales aparezca como un nuevo problema de Salud Laboral. Queda el hecho de que, hoy en día, la mayoría de los estudios sobre Salud Laboral, sobre todo los epidemia lógicos, se siguen realizando en países desarrollados, donde existe una regulación y un control sobre los factores de riesgo del ambiente de trabajo. Por ejemplo, en 1999 la Unión Europea tomó la histórica decisión de prohibir la extracción, manufactura, comercio y exportación de cualquier forma de amianto o productos que lo contengan. Sin embargo, no deja de aumentar el traslado de actividades productivas peligrosas a los países del tercer mundo, como demuestran las estadísticas de intoxicaciones letales agudas causadas por algunos plaguicidas. Estos comentarios de ninguna manera pretenden proporcionar una dimensión exhaustiva de toda la problemática actual que recoge este libro. Más bien quieren matizar una contradicción de este principio de milenio. Por un lado, la patología laboral pierde especificidad: las viejas «enfermedades profesionales», como las pneumoconiosis, representan una minoría de los problemas de salud de los trabajadores. Por otro lado, en los países del primer mundo, en las últimas décadas se ha producido una toma de conciencia colectiva de que es posible prevenir la pérdida de salud debida a las condiciones de trabajo. Sin embargo, dicha toma de conciencia no significa por sí misma una solución, así como la identificación de la presencia de factores de riesgo en el ambiente de trabajo no implica que se tomen decisiones, ni la toma de decisiones conlleva la puesta en marcha de las medidas que se han decidido adoptar. En realidad, en el último siglo y medio, en los países mediterráneos, la conciencia, la participación, el control y la legislación sobre Salud Laboral se han desarrollado con retraso con respecto al Reino Unido y a los países escandinavos. Para comprobado es suficiente con dar una ojeada a las estadísticas sobre accidentes de trabajo, un excelente indicador de la atención que la sociedad presta a las condiciones de trabajo. En Italia y en España, a principios de los años noventa, la tasa (anual por 100.000) de mortalidad por accidente de trabajo se hallaba entre 5 y 6, frente a 1 en el Reino Unido. En el sector de más riesgo, el de la construcción, la tasa era 3 veces más alta en Francia, Italia y España que en el Reino Unido. No es extraño, por lo tanto, que una parte de este libro se centre en la epidemiología laboral, es decir, en el estudio de las consecuencias sobre la salud de las condiciones y la organización del trabajo. En este campo, la presencia, actividad, objetivos, eficacia y eficiencia de los servicios de prevención son el punto central de la vigilancia e investigación epidemiológicas. El mensaje que indica con claridad este libro es el de una Salud Laboral caracterizada principalmente por la prevención de los riesgos laborales, sustituyendo a la filosofía predominante en la primera parte del siglo XX, cuyo principio era el de la indemnización de las enfermedades profesionales. Hay que admitir que, por lo menos en los países mediterráneos, la transición de una a la otra no se ha completado totalmente. Lo demuestra la diferencia entre el número oficial de enfermedades profesionales (las que se indemnizan) y las estimaciones (suficientemente fundamentadas) que realizan los epidemiólogos. Por ejemplo, el cálculo, bastante similar entre los países industrializados, de que los casos de cáncer atribuibles al ambiente de trabajo suponen aproximadamente el 14 % de todos los cánceres, corresponde (por lo menos en Italia) a un número de casos de cáncer profesional entre 50 y 100 veces superior al de los casos reconocidos oficialmente e indemnizados por la Seguridad Social. Comparaciones de este tipo pueden ser menos atractivas que las investigaciones que utilizan las modernas herramientas de la epidemiología, como las técnicas moleculares, pero son fundamentales para medir el nivel de organización de la Salud Laboral, pues sirven para cuantificar injusticias que todavía existen, aunque quisiéramos que pertenecieran al pasado.