Las órdenes religiosas en Gibraltar y su campo (siglos XIV-XX)fuentes historiográficas y documentales
- Quintana Álvarez, Francisco Javier
- José María Miura Andrades Director/a
Universidad de defensa: Universidad Pablo de Olavide
Fecha de defensa: 07 de septiembre de 2017
- Salvador Rodríguez Becerra Presidente/a
- Silvia María Pérez González Secretario/a
- Antonio Claret García Martínez Vocal
Tipo: Tesis
Resumen
Las órdenes religiosas implantadas en Gibraltar, y después en su Campo, nunca han sido motivo o tema concreto de un ensayo histórico o una monografía. Sí encontramos, sin embargo, multitud de estudios que desde la perspectiva de la historia local o la de la historia de las órdenes religiosas han tratado aspectos parciales de la historia de estos cuatro conventos. Será a partir del siglo XVII cuando, en el marco del gran el desarrollo experimentado por la historiografía local andaluza, aparezcan las primeras descripciones corográficas de Gibraltar y los primeros relatos que tengan a la propia ciudad y a sus habitantes como sujeto del discurso histórico. En ellos podemos encontrar capítulos completos o parte de ellos dedicados a la fundación de las instituciones conventuales junto a noticias sobre sus frailes y monjas célebres y eminentes. En el caso de Gibraltar será el jurado don Alonso Hernández del Portillo el autor de la Historia de la muy noble y más leal ciudad de Gibraltar, obra compuesta en la primera década de aquel siglo que fue anotada y glosada durante las dos décadas siguiente por si hijo don Tomás de Portillo, autor a su vez de una Historia de los santos de Gibraltar editada en Sevilla en 1634, obra perdida de la que se ha conservado parte del manuscrito original en la Biblioteca Colombina de Sevilla. Ambos autores, fundamentalmente el primero, establecieron el discurso histórico sobrelos conventos, frailes y monjas de Gibraltar; discurso que en el caso concreto de las fundaciones y primeros progresos prácticamente se ha mantenido inalterado hasta nuestros días, sin que se hayan producido novedades sustanciales. Ya en el siglo XVIII López de Ayala en su Historia de Gibraltar de 1782 añadió al relato del abandono de los conventos y ermitas, su ocupación por los ingleses y la posterior salida y rescate de las alhajas litúrgicas, libros sacramentales de la parroquial e imágenes devocionales, así como su traslación a San Roque, donde se restableció la vida parroquial. Sin embargo, en ese relato echamos en falta noticias sobre el estado de la vida conventual en las primeras décadas del XVIII, así como sobre su restablecimiento en las nuevas poblaciones del Campo de Gibraltar. El mismo silencio se advierte en la historiografía del XIX que usa como principales fuentes historiográficas a don Ignacio López de Ayala y, a través de éste, al jurado don Alonso Hernández del Portillo. Aunquelas cuatro instituciones conventuales procedentes de Gibraltar pervivieron en el Campo hasta el siglo XIX: los mercedarios en el convento de Algeciras, los franciscanos en el hospicio de San Roque, las clarisas de Gibraltar diseminadas en los conventos de la provincia franciscana de Andalucía y los hospitalarios de San Juan de Dios administrando sus rentas desde el convento de Medina; a pesar ello, como decimos, su aparición en los discursos histórico s locales es meramente anecdótica, repetitiva o, en algún caso como el de los hospitalarios, inexistente. Posiblemente la razón sea que dicha historiografía local elevó el discurso sobre el pasado desde Gibraltar a asunto de interés político nacional en el marco de la reivindicación de la soberanía sobre la plaza y, por tanto, descuidó la realidad surgida en el Campo de Gibraltar después de 1704 y siguió anclada en el pasado español de la ciudad perdida. Así, mientras en los discursos histórico reivindican un pasado que nos muestran una ciudad fosilizada, los relatos de viajes del XIX nos muestran un emporio comercial que se desarrolla al calor del presidio militar, donde el espacio urbano, arrasado por la artillería franco-española durante el Gran Asedio de 1782, se transforma progresivamente en la que conviven bajo la tolerancia británica distintas confesiones que levantan sus propios edificios religiosos al tiempo que desaparecen los conventos y ermitas que conferían a Gibraltar la fisionomía propia de una ciudad conventual hispánica. Durante la primera mitad del XX observamos la misma inercia historiográfica, más interesada en la reivindicación política que en la renovación del discurso en base a la revisión o en la búsqueda de nuevas fuentes. Habrá que esperar a la segunda mitad del siglo para se produzca una verdadera revolución metodológica en base a la puesta en valor de los fondos documentales locales: la documentación parroquial, la documentación diocesana, la documentación notarial, la documentación municipal y, finalmente, la edición y difusión de las fuentes historiográficas. Esta revalorización de las fuentes ha permitido la renovación de los estudios locales, focalizados fundamentalmente a través del Instituto de Estudios Campogibraltareños y de su publicación periódica Almoraina, aunque de momento no han aparecido estudios parciales ni generales de enjundia sobre las instituciones conventuales que tome como base de estudios estos fondos documentales. En paralelo a las corrientes historiográficas esbozadas en el punto anterior, desde el siglo XVI las órdenes religiosas desarrollan su propio discurso historiográfico sobre sus orígenes y progresos, en los que inevitablemente se aborda el de los conventos de Gibraltar. Los resultados son desiguales; los franciscanos no hallan noticias anteriores al primer tercio de aquel siglo, sin poder decir mucho sobre la época de los conventuales. Las clarisas no dejaron historia escrita. Da la impresión que los mercedarios silencian las verdaderas circunstancias de su fundación y otorgan todos los méritos a fray Juan Bernal, de cuya intervención no pueden hallarse evidencias documentales algunas, a pesar deello, la tradición historiográfica que no llegó a imprimirse y se mantiene manuscrita proporciona sustanciosas noticias al respecto. Por su parte, la historiografía hospitalaria recogió algunas noticias una vez que el convento ya había desaparecido. Es necesario hacer constar la particularidad de que sólo López de Ayala en su Historia de Gibraltar de 1782 recurrió a estas fuentes producidas por las órdenes religiosas, discurriendo antes y después de él la corriente historiográficalocal y la que abordó la cuestión diplomática de Gibraltar en paralelo a la producción historiográfica de las órdenes religiosas, pero ignorándose mutuamente. Los cuatro conventos que existieron en Gibraltar entre los siglos XV y XVIII generaron un considerable volumen de documentos que, hasta el momento no ha sido usado para la indagación histórica, ni de los propios conventos ni la ciudad de Gibraltar y el Campo de Gibraltar. En cierta forma, se ha asumido por la historiografía local que los fondos documentales locales se perdieron en las primeras décadas del XVIII, destruida por los habitantes que vivían bajo dominio británico o incluso por estas propias autoridades, y que sólo una parte reducida de la documentación notarial y municipal pudo salvarse al ser trasladada por particulares a las nuevas poblaciones del Campo, donde fueron depositadas y protocolizadas. Esto es verdad sólo en parte y en el caso de los conventos puede aplicarse a la documentación procedente del convento de San Francisco. Sin embargo, los mercedarios salvaron todo su archivo y biblioteca, que luego depositaron en el convento que fundaron en Algeciras en la tercera década del XVIII, terminando sus fondos documentales en el Archivo Histórico Nacional tras la desamortización del XIX. Algo parecido ocurre con la documentación del convento de San Juan de Dios; una parte de los papeles de su archivo terminó en el convento de Medina Sidonia, desde donde se siguieron administrando las propiedades y censos que el convento calpense conservaba en el Campo y también tras la desamortización pasaron a formar parte de los fondos del Archivo Histórico Nacional; además, con este fin administrativo, un buen número de escrituras se protocolar izaron en San Roque y hoy se hallan en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz. En el caso de las clarisas, mientars las monjas fueron alojadas en diversos conventos de la Provincia Bética franciscana, su hacienda fue administranda durante el siglo XVIII y XIX desde el hospicio masculino de San Roque, generándose un considerable volumen de documentos que se añadieron al archivo conventual que se había formado durante los siglos XVI y XVII; a estos, se unió la documentación procedente de los pleitos soportados contra el cabildo de San Roque y contra los canónigos de la iglesia gaditana, que pugnaban por hacerse con el patrimonio de las monjas. Como en los dos casos anteriores, una gran parte de los documentos acabó en el Archivo Histórico Nacional y otra, tras la restauración de la provincia franciscana de Andalucía a finales del XIX, en el archivo provincial del convento de Loreto (Espartinas). Otro fondo documental importante es el depositado en el Archivo Histórico Diocesano de Cádiz, con la ventaja de hallarse catalogado y descrito por don Pablo Antón Solé. No se trata de documentos generados por las propias órdenes, sino que, en general, se trata de pleitos criminales, civiles y autos varios en los que los frailes y monjas de Gibraltar se hallan involucrados, lo que nos ofrece una visión, quizá sesgada por su naturaleza litigiosa, de la vida cotidiana conventual y de sus relaciones con la vecindad y el clero secular de Gibraltar. Del mismo tipo es la documentación que podemos hallar en la real Chancillería de Granada. Además de los dos grandes conjuntos documentales del archivo Histórico Nacional y el Archivo Histórico Diocesano de Cádiz, contamos con otros fondos menores, en cantidad y calidad, en la Real Chancillería de Granada, Archivo Parroquial de Santa María Coronada en San Roque, y otros que se detallan en la relación adjunta. Dividiremos nuestro estudio en tres partes. En la primera, consideramos conveniente hacer un análisis exhaustivo de las fuentes historiográficas y documentales expuestas más arriba. Serán el punto de partida para la segunda parte de nuestro estudio, en la que pretendemos exponer el origen, desarrollo en el Gibraltar de los siglos XV al XVII, su reubicación en las nuevas poblaciones surgidas en el Campo de Gibraltar en el siglo XVIII y, finalmente su extinción el XIX, mas algún caso de restauración en el siglo XX.En este empeño, intentaremos conjugar las dos tradiciones historiográficas antes expuesta, la local y la conventual, que, como hemos dicho, han discurrido en paralelo, pero sin cruzarse ni alimentarse mutuamente desde los siglos XVII al XXI. Intentaremos abordar no sólo la historia interna de las cuatro instituciones, sino también su influjo en la sociedad gibraltareña y campogibraltareña desde varias perspectivas: devocional, urbanística, económica, entre otras. Por último, en la tercera parte exponemos un amplio apéndice documental y la transcripción de algunas producciones historiográficas inéditas.