Envejecer viviendo. Envejecimiento activo en la población jubilada de la Vega Baja de Alicante

  1. BELLIDO ALONSO, ANTONIO JOSÉ
Dirigida por:
  1. Gregorio Canales Martínez Director/a

Universidad de defensa: Universitat d'Alacant / Universidad de Alicante

Fecha de defensa: 19 de diciembre de 2013

Tribunal:
  1. Antonio Gil Olcina Presidente/a
  2. Enrique Pastor Seller Secretario/a
  3. Jesús Monteagudo López-Menchero Vocal

Tipo: Tesis

Teseo: 371893 DIALNET lock_openRUA editor

Resumen

Nuestra investigación se propuso como finalidad, conocer las características del proceso de envejecimiento de las personas jubiladas que viven en la Comarca de la Vega Baja de Alicante, determinando cómo inciden en él los factores externos y las capacidades internas ligadas a su madurez vital, a su ritmo de vida y a su presencia activa en las realidades de la vida cotidiana. Conclusiones. 1.- En primer lugar hemos llegado a la conclusión de que las mayorías de las personas entrevistadas tienen una percepción positiva de su proceso de envejecimiento, y de que en ese proceso que se inicia con la jubilación tiene una importancia decisiva la capacidad de mantenerse abiertos a nuevos proyectos, tareas, actividades e iniciativas. 2.- Esas personas comparten también el convencimiento de que ¿envejecer viviendo¿ no es algo que se improvisa, supuesto que un individuo suele afrontar esa nueva etapa vital de acuerdo al modo en que ha vivido. Esta constatación lleva consigo la exigencia de una preparación psicológica, una disponibilidad personal y una serie de actitudes que van ligadas al proceso de maduración de la personalidad individual. Pienso, por ejemplo, en la claridad de ideas, en la firmeza de convicciones, en la capacidad de optar libremente por unos valores, así como en otros factores relevantes como los vínculos de amistad, la estabilidad emocional, las relaciones familiares, o el arraigo en el medio físico y en el entorno social. 3.- En los contactos personales que he mantenido y que figuran en las historias de vida y revisiones de vida, he podido constatar que esta percepción positiva es compartida tanto por los hombres como por las mujeres. En los espacios sociales de este medio rural que analizamos, ya se trate del trabajo, o del ocio, o de cualquier otro tipo de ocupaciones, los hombres han asumido tradicionalmente papeles relacionados como la autoridad, la dirección, el control y las decisiones básicas dentro de la familia. Después de la jubilación son ellos también los que asumen preferentemente los cargos de responsabilidad en asociaciones, en clubs, en comunidades de regantes, en sindicatos de riego o en cofradías religiosas. Las mujeres, en cambio, han mantenido tradicionalmente una posición más subordinada, sobre todo en épocas en las que la emancipación femenina, su acceso al trabajo o la afirmación real de sus derechos no habían arraigado suficientemente en la conciencia colectiva. Pero su participación actual en tareas de responsabilidad, en iniciativas de servicios a la comunidad, en organización de actos conmemorativos o de carácter festivos, por ejemplo, es prácticamente equiparable al de los varones. 4.- En relación a la mujer, y después de los análisis y reflexiones que hemos hecho en el estudio a propósito del complejo proceso que tuvo lugar hasta llegar a la actual igualdad de género, hemos subrayado la importancia que tiene la vinculación inicial del niño con su madre en orden a facilitar una evolución dinámica y armónica a lo largo de las fases posteriores de su vida. El modo en que viven las personas en los primeros momentos de su existencia caracterizada por el vínculo estrecho que une al niño con la madre a través de la llamada ¿urdimbre constitutiva¿, va a posibilitar o entorpecer ese otro tipo de urdimbres, o redes que posteriormente se van tejiendo a lo largo del tiempo en relación a la familia, a los ámbitos de convivencia, al medio laboral, al arraigo en el espacio vivido o en el entono físico en que una persona desarrolla su existencia. En las entrevistas con las madres o esposas de los vecinos de nuestro medio rural, se evidencia hasta qué punto la mujer es consciente de que no sólo genera vida, sino que prolonga su presencia y su acción, de forma directa o indirecta, a lo largo de los distintos períodos que preceden o siguen al proceso del envejecimiento de cada individuo. 5.- En cuanto grupo humano específico, las personas de la Tercera Edad reproducen las diferencias estructurales y las estratificaciones de la comunidad en que están insertas, aunque hay aspectos fundamentales que condicionan su nueva forma de vida después de la jubilación. Entre otras cosas, el régimen de pensiones reduce su autonomía económica; igualmente, es más difícil que antes encontrar núcleos familiares en los que el anciano se vea realmente aceptado y protegido, asimismo, es patente la insuficiencia de las infraestructuras sanitarias o asistenciales existentes, así como la carencia, en muchos casos, de ámbitos en que puedan desarrollar creativamente actividades y tareas durante su tiempo libre. 6.- En el medio rural que es objeto de nuestro estudio hemos podido comprobar que las personas mayores se sienten realmente arraigadas tanto en el medio físico como en el entorno familiar y social en que desarrollan su vida cotidiana y realizan sus actividades. Esto se manifiesta fundamentalmente en su percepción positiva del tiempo que han vivido ocupados en las labores propias de la huerta, o en otro tipo de profesiones, así como en la orientación que dan a su situación presente y en la capacidad de seguir elaborando proyectos de futuro. A través de la formación que tradicionalmente recibieron, han hecho propios modos de pensar, de sentir, de actuar y de relacionarse que constituyen ahora una auténtica ¿forma de vida¿. 7.- Una de las claves que explican este arraigo positivo y que posibilitan un auténtico envejecimiento activo reside, sin duda, en la intensidad y profundidad de los vínculos familiares en ese entono rural. Esta unión interna tiene varias manifestaciones importantes. Una de ellas se refiere al protagonismo que siguen teniendo las personas mayores en la comunidad familiar. Otra, inseparable de la primera, es la relativa a los cuidados y atenciones de que son objeto en momentos de especial dificultad, cuando surgen trastornos físicos o psicológicos inesperados, o situaciones de riesgo que exigen una mayor solicitud y cercanía. Pero esta actitud solidaria tiene un alcance más amplio y se manifiesta sobre todo en las relaciones estrechas que se mantienen a lo largo de generaciones tanto entre padres e hijos, como entre abuelos y nietos y otros miembros colaterales de la familia. Es significativo que varias de las personas entrevistadas afirmen explícitamente que la labor de los abuelos es, con frecuencia, casi tan trascendental como la que corresponde a los propios padres en el desarrollo afectivo y social de los niños. 8.- La consideración de la amistad como uno de los valores de más relevancia en el marco de la calidad de vida de las personas mayores es otra de las coincidencias básicas de la casi totalidad de las personas consultadas. Las relaciones de intimidad, la colaboración espontánea en actividades comunes, la ayuda mutua en labores de la huerta y la participación gozosa en la realización de proyectos que benefician a la comunidad, son algunas de las expresiones de esa amistad. Pero este vínculo no se limita a los individuos pertenecientes a un determinado grupo generacional, sino que se extiende también a otros anteriores o a personas que están viviendo ya una edad más avanzada. Es lógico, sin embargo, que ese lazo de unión sea más patente en aquellas personas con las que se han compartido experiencias y trabajos o con las que existe una identidad de sentimientos o una comunidad de aficiones, aspiraciones e intereses. 9.- Llama la atención la importancia que atribuyen las gentes de la comarca a las celebraciones de las fiestas populares, que son uno de los elementos que configuran un marco de vida satisfactorio dentro de la convivencia propia de un medio rural. Hay un acuerdo, formulado o no explícitamente en relacionar el sentimiento festivo con una percepción honda del paso del tiempo, tanto si se trata de conmemorar acontecimientos relacionados con historia de la comunidad, o con los ritmos de la naturaleza, o con hechos relativos a las diferentes edades de la vida, o con encuentros de especial relieve familiar o de signo religioso. Los símbolos del fuego, del agua, de la espiga o de la vendimia, entre otros muchos, se integran, de algún modo, en la vida cotidiana de los vecinos y amigos; en suma, las realidades del día a día y las cosas aparentemente más insignificantes se asocian a la vivencia común de la fiesta y adquieren un realce que no tienen habitualmente en las relaciones normales de convivencia. 10.- Los cambios demográficos que el éxodo rural ha producido en la comarca tienen no sólo una vertiente política en cuanto que rompen los equilibrios de la población históricamente existente, sino también otra económica, porque llevaron consigo el abandono parcial o la infrautilización de extensos recursos naturales, quebrando el ritmo habitual de convivencia. Al valorar el significado que tuvieron para la comarca los flujos migratorios, las personas que participaron directamente en él o experimentaron de forma indirecta sus consecuencias resaltan en general que el desplazamiento al exterior no llevaba consigo necesariamente especiales trastornos personales. Pero reconocen que fueron testigos de situaciones reales muy dolorosas, de modo que se entiende muy bien por qué los expertos hablan en ocasiones del ¿desgarramiento interior del emigrante¿, o de su condición de seres humanos rotos en su psicología a causa de su dificultad de adaptarse a unas condiciones de vida que suponían el abandono de seres queridos, de modos de relacionarse, o de estilos de comportamiento que habían mantenido hasta entonces. 11.- El envejecimiento en el medio rural tradicional de la comarca, cuando ha sido normal y satisfactorio y no ha estado expuesto a procesos patológicos o degenerativos excesivamente dolorosos, prepara a las personas mayores para asumir con normalidad el desenlace final de su muerte. Los resultados de nuestras entrevistas ponen en evidencia que, salvo en algunas excepciones, el ideal que comparten es el de morir en casa y rodeados de los suyos o del las personas más próximas al ámbito familiar; prevalece el sentimiento de acogida resignada de la muerte sobre la excesiva ansiedad, o la angustia descontrolada, o el rechazo abierto. Cuando la edad es muy avanzada, esa disponibilidad para el tránsito final es más evidente; han sido testigos de la muerte de sus padres, de amigos, de hermanos, de vecinos, o de otras personas de su entorno habitual y admiten con naturalidad que les ha llegado a ellos su hora. Lo único que realmente se resalta en algunas respuestas es el miedo declarado a sentirse totalmente dependientes o causar a la familia una excesiva preocupación por su cuidado; incluso se afirma en algunas ocasiones que sería preferible adelantar el momento de morir, con el fin de evitar que los suyos sigan manteniendo una preocupación obsesiva prolongada en el tiempo. Una vez más, se impone aquí el hecho de que también se puede morir viviendo. Por otra parte observamos que las personas encuestadas conciben la jubilación como una continuidad y no como una ruptura en su transcurso diacrónico de la vida. Una característica generalizada que podemos observar en las encuestas es la opinión que tienen de sus experiencias, demostrando su capacidad de adaptación con respecto a la nueva situación que están viviendo después de la jubilación. Tienen una alta capacidad para desenvolverse de forma autónoma, con un alto índice de funcionalidad minimizando las diferencias que se producen después de la jubilación, presentándose como miembros activos en su entorno físico y social. 12.-De acuerdo con los objetivos que inspiran la investigación, también hemos podido constatar que el cese de la vida laboral, en la comarca, no se produce de forma brusca. Las personas se mantienen activas y participativas mientras se lo permite su salud o sus fuerzas. Tanto hombres como mujeres en edades muy avanzadas se sienten útiles, necesarias para su comunidad y sus familias, como consejeros, apoyo u orientadores de las generaciones más jóvenes, como consecuencia de ser conocedores de experiencias propias de los problemas cotidianos y para los que ellos ofrecen propuestas y soluciones. En este sentido se observan sentimientos de valoración social, autoestima o de realización personal entre otros. Por otra parte podemos afirmar que se trata de una población que expresa su satisfacción y su bienestar personal en la realización de sus quehaceres cotidianos. 13.-Teniendo presente que en la comarca los individuos siguen ateniéndose generalmente a pautas culturales tradicionales, he podido verificar que viven intensamente los cambios que se producen en la comunidad. Los desfases no son muy acusados, no sintiéndose desplazados por las nuevas corrientes o situaciones culturales. En este sentido el medio social en el que viven les facilita mantener su liderazgo social propio de las sociedades tradicionales rurales. La aceleración histórica de que somos testigos, los ritmos de vida cambiantes de la sociedad, los cambios continuos de modos de ser o de actuar, constituyen sin duda un elemento que debemos valorar a la hora de tener en cuenta e intentar comprender las vivencias de las personas mayores. 14.-En relación a los objetivos fijados al inicio del trabajo, y después de los análisis y reflexiones realizadas, hemos de concluir con la importancia que tienen los vínculos que unen a las personas con el medio y con los grupos que lo componen y que, de algún modo, crean lazos tan fuertes o similares a los familiares, constituyen otro elemento fundamental de su equilibrio, en cuanto que proporcionan un sentimiento estable de aceptación y realización. En la comarca los grupos sociales, que marcan las relaciones, aumentan las posibilidades reales de bienestar, independencia y crecimiento personal, protegiendo a las personas respecto a rupturas bruscas en edades avanzadas, permitiendo una mayor estabilidad en las relaciones. El propio medio físico, más reducido y compacto, favorece los encuentros, la participación y en definitiva la realización personal, haciendo de ésta un valor consistente y duradero.