Minería y metalurgia romana en el alto Guadalquivir: aproximación desde las fuentes y el registro arqueológico

  1. ARBOLEDAS MARTÍNEZ, LUIS
Dirigida por:
  1. Francisco Contreras Cortés Director/a
  2. Margarita Orfila Pons Codirector/a

Universidad de defensa: Universidad de Granada

Fecha de defensa: 18 de septiembre de 2007

Tribunal:
  1. Lorenzo Abad Casal Presidente/a
  2. Juan Aurelio Pérez Macías Secretario
  3. Almudena Orejas Saco del Valle Vocal
  4. Guy Tamain Vocal
  5. Sebastián F. Ramallo Asensio Vocal

Tipo: Tesis

Resumen

El área minera objeto de esta tesis doctoral se sitúa en la provincia de Jaén, y más concretamente, en la mitad norte y nordeste de la misma, dentro de lo que se denomina como Distrito Minero de Linares-La Carolina, en las estribaciones más orientales de Sierra Morena. Ésta se corresponde geológicamente con el borde sur del macizo hespérico, un dominio litológico en donde prevalecen los materiales de carácter metamórfico procedentes de la orogénesis herciniana o varisca (pizarras y cuarcitas), a los que se unen con posterioridad grandes afloramientos de granito (batolitos). Estos terrenos antiguos contienen numerosas fracturas mineralizadas agrupadas en redes filonianas muy densas en las que abundan los minerales de cobre (carbonatos, óxidos y sulfuros) y las galenas argentíferas. La explotación de estos yacimientos filonianos se inició durante la Prehistoria Reciente, con la extracción del cobre, como evidencian los restos de minas y poblados adscritos a las Edades del Cobre y Bronce hallados en la cuenca del río Rumblar (Contreras et al., 2005). Ésta continuaría durante época ibérica y, posteriormente, bajo el dominio púnico como señalan algunos autores greco-latinos (Arboledas, 2007; Arboledas en prensa 1). Si bien, será con la llegada de los romanos, a finales del siglo III a.C. en el marco de la Segunda Guerra Púnica, cuando se intensifique la explotación de las minas de este distrito, alcanzando su máximo desarrollo entre finales del s. II a.C. e inicios del s. II d.C. A partir de este momento (inicios del s. II d. C.) se iniciaría un declive paulatino de la actividad minera que se prolonga durante el s. III d.C. como consecuencia del aumento del protagonismo de otros focos mineros mucho más rentables, fundamentalmente, la Faja Pirítica Ibérica en el Suroeste y las minas auríferas del Noroeste peninsular (Arboledas, 2007; Arboledas et al., 2006; Arboledas, en prensa 2). El resultado de nuestra investigación en esta área ha sido la documentación de 69 sitios minero-metalúrgicos antiguos (minas, escoriales, fundiciones, etc.) dentro de los cuales se encuentran los ya conocidos de antiguo por la bibliografía, (p. ej., la mina y poblado de Salas de Galiarda y las labores mineras de El Centenillo) (Domergue, 1987; 1990) como los hallados por nosotros (ej. la mina de José Palacios, el escorial de río Grande, la fundición de la Fuente del Sapo) (Contreras et al., 2004; Arboledas, 2007). El análisis tanto de los vestigios minero-metalúrgicos documentados durante las diferentes campañas de prospección realizadas en zonas concretas de este distrito minero (Contreras et al., 2004; Arboledas y Contreras, 2009) como de las fuentes literarias, los epígrafes y las monedas nos ha permitido extraer una serie de valoraciones generales acerca de cómo pudo ser el entramado administrativo, fiscal, político y social que se articuló en torno a esta actividad productiva como era la minería, todo ello, dentro del proceso de romanización de la Península Ibérica (Arboledas, 2007; Arboledas, en prensa 2).